miércoles, 25 de enero de 2012

Ummapolis 1988.

Pasaba el día preguntándose si lo que hacía o dejaba de hacer era correcto. Desde que el gobierno cayó en las manos del General Abu Kant, crecieron las actividades de los ministerios del Espíritu. El general reconvertido en jefe espiritual por un comunicado del Eterno, rodó los tanques y tomó el palacio Descartes sede del gobierno civil. Miles de personas con convocaciones amarillas en mano acuden cada día al ministerio del Bienestar Espiritual para hacerse el control de la curvatura de la función del espíritu, y corregir posibles saltos y discontinuidades muy frecuentes durante la dictadura de Abu Kaos. La orden de Control Obligado fue dada el día después de la toma de poder. Abu Kant escribió la orden de sus propias manos ya que iba a ser la primera de una serie de medidas que iban cayendo a lo largo de un año para editar el Libro Verde de Objetivos Estatales Necesariamente Realizables, que este año iba a ser totalmente destinado a luchar contra las inflexiones espirituales, las indeterminaciones de conducta, la divergencia de los limites de opinión entre los FUN,funcionarios,y por fin fomentar la linearisación del pensamiento entre las filas de los NOF,no funcionarios, empezando por la abolición del Derecho a la Idea conseguido durante la primera revolución. El rumor de esa abolición se escapó la misma noche de toma de poder y se extendió rápidamente por los canales de la Paranoia Colectiva. Los siempre temerosos NOF se apresuraron a destruir todo lo que guardaban como testigo material de sus siempre incipientes ideas, incipientes por no ser nunca compartidas, ni discutidas. Una muñeca, un lápiz de color prohibido, una nota escrita en sub-idiomas, todo puede delatar las desviaciones espirituales. Si no hay pruebas siempre lo pueden negar y barajar la suerte de no ser sometidos a las horribles sesiones de corrección de discontinuidades. Esa noche miles y miles de hogueras saludaron la Nueva Era. La ciudad construida en circunferencias alrededor de la torre UMMA, iba de los barios más bajos a los más ricos, y las hogueras iban disminuyendo en el mismo sentido. La ciudad oscura disimuladamente apodada por los ciudadanos debido a sus eternos toques de queda durante las sublevaciones, se extendió bajo la mirada de Yamel y reflejaba en ella las llamas que vistas en sus ojos aparentaban pasión, poder y fuerza, cualidades ajenas a su resignado temple.

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